Carta abierta a Luke Pearson, autor de la premiada serie de cómics Hilda. Imposible no sucumbir al encantamiento después de leer sus seis entregas.
Querido Luke:
A veces pienso que eres un personaje de tu propia mitología. Igual que Zeus, creador a la par que ser mitológico. Me alegra que te hayas dejado abrazar por el folclore islandés y escandinavo, más discreto, pero igualmente lleno de magia. Nos hablas de roca trol, una piedra de hábitos nocturnos, gigantes que vagan por vastos valles en busca de sus iguales, un pájaro que crece a voluntad, viajes a dimensiones que se esconden en lo recóndito de nuestros hogares y mundos capaces de transformarte. Te doy las gracias, pero me enseñaron que para que un agradecimiento sea realmente poderoso tengo que explicar los porqués.
El primero de ellos es por haber creado a Hilda. Sé que es tu alter ego utópico, es fácil de entender. Una niña amigable, desinteresada, aventurera, curiosa, dispuesta siempre a ayudar y empujar el límite un poquito más allá (para desesperación de su madre). Una niña de pelo azul y ojos grandes capaz de exprimir situaciones cotidianas elevándolas a la más alta fantasía. Si echase a andar hacia atrás, Hilda es mitad yo mitad quien me habría gustado ser.
El segundo porqué tiene una mirada más nostálgica, cuenta la vuelta a mi niñez. Me reconozco en el contacto con la naturaleza, en el cuidado y la protección, en la mirada mágica de lo más pequeño y oculto. También en la ausencia de miedo, aunque más tarde descubriría lo necesario que era. En el presente tiene el resplandor de la niñez compartida con mi hijo, el encuentro que el universo de Hilda provoca, así como el despliegue del imaginario que se crea desde sus lecturas. Recuperar, replantear y revivir.
Por último, una razón estética. Historias teñidas de colores cálidos y paradójicamente frescas, una distribución de viñetas que en ocasiones se aleja de lo ortodoxo, y personajes que van madurando con las diferentes entregas, y contigo mismo Luke. Me complace tu olvido voluntario en la numeración de los distintos libros, permitiendo la libertad para comenzar por donde quieras sin sentirte fuera de juego. La editorial, Barbara Fiore, ha sabido leer todas estas fortalezas embelleciendo tus historias en volúmenes de gran formato, lomos entelados y portadas que juegan con brillos y mates.
Desde que Hilda entró en casa, hay algo en nuestro forma de mirar que ha cambiado. Lo que nos era extraño se ha vuelto familiar: vemos a la Roca Trol en el Museo de Geología, desayunamos crepes con forma de Gigante de Medianoche o fabricamos a Brizna y al Perro Negro con trozos de cartón.
Hilda no se acaba en tus libros, se ha instalado en nuestra cotidianidad, en el lenguaje, en el juego, generando nuevas formas de vida que crecen, se expanden y se quedan para siempre.
Espero impaciente tu próxima historia. No olvides saludar a Hilda de mi parte.
Laura Fernández